domingo, 31 de julio de 2011

ADEMÁS NIÑOS:

    La abundancia de ganado y la ausencia de toda propiedad permiten al habitante del Uruguay, en el siglo XVIII, vivir sin trabajar. El caballo le da rápida movilidad, el cuero le proporciona recado, botas, riendas, sombreros, petaca, cama y habitación. Se bolea o enlaza, voltea o carnea una res, se le saca el mejor trozo que se cuece en el asador y el resto se deja abandonado en el campo...

    Esta abundancia hace al estanciero hospitalario; en la cocina de la estancia hay siempre una res colgada para que coma quienquiera.

    La campaña es para el colono la libertad, la abundancia, y la aventura mientras la ciudad es la monotonía, la sujeción y la necesidad. Así es grande el número de españoles que desertan y se entregan a esa vida libre.

    Pero a diferencia de la ociosidad tropical...la abundancia y la libertad de esta comarca engendra hábitos viriles, rudos y sobrios. Hay que domar caballos cerriles, hay que perseguir y voltear la res a bola o a lazo, hay que adiestrarse en el manejo del cuchillo, hay que aguzar los sentidos y hacerse baqueano, hay que burlar y pelear a la policía. La ganadería hace al habitante de campo, nativo o colono, fuerte, osado, ágil y púgil.

    La expulsión de los jesuítas de las Misiones orientales, produce a mediados del siglo XVIII, el éxodo de gran masa de indios hacia el sur del país. Se esparce esta nueva población por los campos y pronto cambia su modo de ser: de mansos agricultores bajo la tutela jesuítica, se tornan bravos y ecuestres mezclándose con los españoles y portugueses y tapes...

    De esta mezcla de indígenas, españoles y portugueses, en la existencia libre y bravía del territorio, surge el tipo nacional del gaucho.

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